domingo, 29 de mayo de 2016

Un análisis del VIH/SIDA en la norteamérica del principio de los 80's

Dentro de las ciencias sociales el tema del VIH/SIDA cobró un valor fundamental casi desde el comienzo de su descubrimiento en los ochentas, temas como las primeras luchas sociales a favor del acceso a derechos fundamentales como la salud, educación y trabajo; hasta denuncias en contra de problemas mucho más abstractos: como la eliminación del estigma social que acarreaban los y las portadoras del virus.

 Estas primeras grandes luchas sociales tuvieron lugar en territorio norteamericano. Destacados personajes como Larry Kramer dirigieron grandes masas de población marginada a favor de un gran objetivo: el recobrar el derecho a continuar vivos, a acceder a ese grandísimo derecho fundamental que se les había estado siendo negado. Pero hablando de quienes tuvieron un lugar dentro de esta lucha ¿Por qué llamarlos marginados? La respuesta es evidente para muchos de nosotros: El caso que quienes presentasen estos síntomas en particular, y que además hubieran estado ejercido ciertas prácticas sexuales desviadas en particular, implicaba toda una carga simbólica, toda una estigmatización que tendría como consecuencia entonces el ser abandonados hasta la muerte.


                                    Retrieved from: http://www.azquotes.com/author/33049-Larry_Kramer

El acceso al derecho a la vida, de permitirse la plena salud no se vería expresado en la existencia de los marginados particularmente, aun así a pesar de sus multitudinarias luchas. El tema del cuidado, de la defensa por los derechos fundamentales por parte de las instituciones se enfocaría en quienes si deberían tener el mérito de vivir: todos y todas aquellas que no resultaron infectados. Aquello que resulta interesante dentro de este último análisis es la forma en como se le otorgan ciertos significados, un cierto trasfondo que permite que al nombrar VIH/SIDA se piense en un cierto número de cosas más allá que un simple problema de salud. 
Era de esto último que se habían valido las autoridades, los grupos religiosos y las instituciones de salud pública de manera explícita o no para ignorar o abandonar a estos grupos poblacionales. Bajo estos términos, la defensa por la vida se había desviado respecto a quienes si debían vivir: los practicantes y conservadores de lo sagrado; monógamos, heterosexuales y morales.
Para esto, consideramos pertinente introducir el término de biopolítica de Michel Foucault para el trabajo de análisis de este hecho coyuntural en particular. Como una de las formas de gobierno consideradas en la obra del autor, la biopolítica surge con la implantación de técnicas de control estatal como la demografía, tratándose de una forma de poder que pretende potenciar la vida, “haciendo vivir y dejando morir” a diferentes clases de individuos y grupos sociales.
Dentro de esta forma de gobierno se identifican los primeros objetos de saber y blancos de control biopolítico, que se refieren a “procesos biológicos globales de una población como son la natalidad, mortalidad y longevidad” (Sacchi: 2010). A partir de esto surgen una serie preguntas y unos saberes particulares que terminan respondiendo a las mismas: ¿Cómo suceden? ¿Cómo se aumentan/reducen? ¿Qué las causan? Para el caso de los primeros años posterior al descubrimiento del VIH/SIDA consideramos que estas preguntas se ven reducidas o desviadas respecto a quienes si merecían ser defendidos o cuidados: el portador es un degenerado sexual, este merece estar así por su orientación sexual, por sus prácticas sexuales anormales y tan perjudiciales para el orden de las instituciones.
Como políticas de control ante lo que pudiera continuar siendo una inminente propagación del virus, surgen en principio medidas de control para el sector marginado; para de esa forma defender la población no profana. Todo aquel quien fuera un punto de contacto directo con esta grande masa poblacional habría de ser examinado para determinar que no resultase peligroso de alguna manera. Como acto restrictivo en principio quienes debían de realizar su examen de VIH/SIDA habían de ser los médicos y enfermeras en clínicas y hospitales públicos ¿Qué podría resultar con una persona contagiada que fuera quien velase por la prevención del contagio de quienes si merecían ser conservados? Manipuladores de alimentos, prostitutas y docentes se encontraban sujetos también a estas medidas.
Como segunda medida para este caso, se consideró necesario el hecho de aislar los niños contagiados de VIH/SIDA de las escuelas. En este caso recordamos el momento en que los padres de familia en una escuela de Kokomo, Indiana pidieron por medio de firmas aislar al estudiante Ryan White, para así evitar el riesgo de que sus hijos llegasen a ser contagiados por contacto con él, en lo que fueran actividades tan cotidianas como compartir alimentos, estrechar manos y compartir objetos que resultaran cortopunzantes. Estas medidas en defensa de la población resultan para dar una respuesta al porqué de la muerte, del cómo se realiza este contagio y de cómo prevenirlo.
A continuación, otro campo de intervención biopolítico es aquel que se refiere a la relación existente entre medio-población, entendiéndola entonces como la incidencia del medio sobre el hombre como especie. Las preguntas que surgen dentro de este campo de intervención para el hecho coyuntural aquí presentado podrían resumirse en asuntos como ¿Cuáles son los focos de infección? ¿Dónde se encuentra espacialmente esa parte profana de la población? ¿Qué clase de lugares es necesario administrar o erradicar en defensa de la vida?
No es un secreto que este problema comenzó a resultar de escarnio público al momento de llegar a las grandes ciudades del mundo. Ya hablábamos de los casos anteriores en donde ciertas personas que resultaban puntos de contacto importantes para toda la población habrían de ser examinadas para no convertirse en riesgos inminentes. Bajo la visión o más bien por medio de este campo intervención, tomamos como variables de análisis aquellos lugares en donde se encontraban realizando actividades estas personas necesarias a gobernar para no convertirse en focos de infección por contacto constante con grandes masas poblacionales.
Una de las grandes instituciones propias del gobierno disciplinario se dispone como uno  de los primeros lugares que han de verse modificados por esta otra forma de gobierno, y estos son los hospitales: toman ahora nuevas medidas respecto a cómo administrar sus propios espacios en pro de una higienización de todos los elementos que también pudieran resultar riesgosos para la integridad poblacional; asimismo se crean clínicas especializadas donde se dispondrían mejores espacios para el tratamiento de estos enfermos: camillas, habitaciones, equipamiento y todo lo demás referente al carácter arquitectónico característico de esta institución de encierro.
Posterior a esto –y resulta aún más interesante- es cuando la ciudad resulta como medio o espacio incidente sobre la vida del hombre, por eso es necesario también entrar a gobernarla. El juego sobre la vida, el actuar de esta forma de gobierno dentro este medio se rige en aquellos lugares que se forjan también como centros de contacto y propagación del virus. Centros de encuentro BDSM, los saunas y bares gay en general son señalados no únicamente por razones de qué sucede en su interior en cuanto al juego erótico de personas del mismo sexo (esta indignación al parecer no dejó de existir nunca), el calificativo ahora se transforma (si no es que se entrelaza) como por sitios donde prácticas que ayudaban a propagar el virus tenían lugar dentro de sus puertas.

Bibliografía
Carlomusto, J. (Productor). (2015). Larry Kramer in Love and Anger [Motion Picture]. EE.UU: Home Box Office (HBO).
Foucault, M. (2008). Seguridad, territorio, población. Ediciones AKAL.
Kuhnheim, J. S. (2003). El mal del siglo veinte: Poesía y SIDA. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, 29(58), 115–129. doi:10.2307/4531285
Rickard, W., & Bofill, M. (2009). Historias desde el borde - una década de vida con el VIH. Historia, Antropologíaa Y Fuentes Orales, (41), 147–158. Retrieved from http://www.jstor.org.ezproxy.unal.edu.co/stable/27920020
Sacchi, E. (2010). Biopolítica, población y público: Los estudios culturales y la biopolítica. Ciencias Sociais Unisinos, 46(3), 225–231. 

sábado, 28 de mayo de 2016

Celachos, wachimanes o guardias de seguridad: entre la masculinidad y la ética del cuidado

Como actividad volcada al cuidado consideré en algún momento como reflexión incluir el trabajo de guardia de seguridad como una labor atravesada también por la idea de defender la vida y sus actividades vitales:

Su poca o pésima consideración como actividad importante para aquello que se consideraría como "buen desarrollo" de la vida cotidiana la relega versus otras actividades mucho más calificadas y propias a un público en particular que si cuenta con formación de alguna clase. Lo abyecto del acto de permitirse privarse del sueño, bajo muy precarias situaciones de locación laboral y el verse obligados a no encontrar entretenimiento de ninguna clase permite se desprecie tanto esta labor.

La baja importancia que se le imprime a estos sujetos en su diario vivir no resulta menos importante que la vitalidad que esta labor permite ¿Qué es del pobre adinerado que tiene que verse privado del sueño todas las noches pensando en su seguridad? Es el guardia quien permite la calma, es aquel que avisa toda irregularidad que de alguna forma ponga en riesgo la vida.

Aquí lo natural tocado por esta labor del cuidado se expresa en la vida misma, tanto como dimensión como también considerándola desde la cotidianidad. El permitir el sueño y dar alarma ante un peligro vital nos ejemplifica este primer caso; el abrir una puerta y colaborar con alguna función menos especifica: organizar y recibir correspondencia, y demás, nos habla de la segunda.

En este caso el sacrificio corporal, el "tema del cuerpo" que me permiten hablar de esta labor como específica del trabajo del cuidado es, insisto, el acto del no-dormir, y a partir de esto permitir a sus patrones su sueño tranquilo. No se necesita formación alguna para lograr ejercer esta profesión -se diría-, más sin embargo considero cuantxs de nosotras somos capaces de aguantar semejante trabajo. Intentar no pegar los ojos al menos hasta ciertas horas, el aguantar las heladas madrugadas de nuestra hermosa ciudad y el evitar a toda costa responder o alzarse en contra del maltrato de sus indirectos patrones (residentes, visitantes, funcionarios, etc.).

Es de cierta forma evidente que se trata de un trabajo masculinizado, en donde todxs aquellas que se permitan ejercer esta profesión han de tomar cierta actitud en particular, en donde no se permite el ablandamiento, se invita a la resistencia corporal (entendiéndola como esa resistencia física) y a la completa desconfianza y defensa ante el rostro desconocido.

viernes, 29 de abril de 2016

Theatron: fabricando cuerpos desde tiempos memorables


Dada en aquel momento esa oportunidad, tuve la "oportunidad" una vez más de volver al innombrable theatron. Como la mayoría de lectorxs bogotanxs deben saber, se trata de uno de los más reconocidos circos gay de Bogotá. Recuerdo mi primera vez llegando a ese lugar, tan realmente diferente para mí, no visitado se camuflaba de forma envidiable ante los virgenes ojos de un enclosetado.

Al haber escuchado anteriormente de este lugar, el que no pareciese un regio palacio resultaba extraño para mí. Recuerdo plenamente aquella imagen de sus paredes descoloridas, la frivolidad de la calle que lo rodeaba y la tan extraña gente, que tan ajena al momento y lugar, se desplazaba por las aceras. No me había acercado yo jamás a estos lugares de la Bogotá gay, menos a lo que parecía ser la embajada de lo más play y clichezudo de todas las localidades juntas.

Allí estaba yo, un primíparo con ciertos síntomas de subalternidad, de voz sin eco ni apariencia performartivamente adecuada ¿Cómo darse cuenta de todo ello? Musculosos con camisetas sin mangas, gringoletes con sus propios harems y lo más cercanos a mí -pero bien disfrazados- twinks, encontrados a la espera de su macho que reivindicase su papel de putos.

No quisiera venir acá a hacerles creer que siempre me sentí crítico o apático frente a todo esto -o más bien poco- que les he estado exponiendo. No es un secreto para nadie que al menos 1 de cada 3 maricones en Bogotá hemos disfrutado esas cortas pero sustanciosas horas de rumba. Sea ya por vernos saciados de tan grandiosa fuente de alcohol disponible hasta las 2:00 a.m ó para permitirse deleitar los ojos como en la más vulgar carnicería.

Entra aquí a jugar una vez más el alcohol dentro de mis relatos. Olvidar que todo no se puede es uno de mayores deleites, acabar sea momentáneamente con tan grandes penurias, pequeñas cosas que no permiten actuar como se quiere. es lo que más me ha permitido seguir enamorado.

jueves, 14 de abril de 2016

Introducción: Ya debería saber quién soy yo



¿Tener un secreto? ¡¿Cómo?! de ninguna manera! De hecho, ¿Qué puede ser en realidad terminar queriéndose guardar algo que puede llegar a notarse, y parecer tan evidente? La causa prima de querer identificarse y entenderse de esta manera nace con base a compararse, a parecerse y marcarse bajo estos signos, símbolos y tecnologías: Caminar, vestir, disfrutar, cagar y mear de alguna manera me reconocen tal vez como homosexual.

Vergas flácidas o erectas, con prepucio y poco pelo, y además, de tono algo pálido me he (o han) enseñado a aprender a preferir; ese inmutable y perverso sentido de la contaminación, que bien recuerdo se atribuía instintivamente surgir después de los 5 años se traslada a cada hijueputa respiro y lamida que pretende hacerse.

Que sí, “la loca de la teja corrida”, “la marica que no se le nota” -nótese aquí como logra verse más ofensivo escribiéndolo en femenino-, “el que se le seca la canoa al jartar” o el “cacorro que poco fastidia”; así me han calificado ¿Halago?¿Insulto? ¿Qué se supone que debo sentir a partir de estos tan interesantes calificativos de todos y todas las putas y putos que me han ido conociendo? Al principio, cuando quise ir contándoles de mi “condición”, no lo niego, me aliviaba. Era para mí todo un placer que me quisieran decir estas cosas, que aún se notase que yo era hombre no solo por ser peludo y pelotudo (no precisamente por tenerlas grandes, sino por
tenerlas). Deseaba que como el rector del Seminario me decía se tratase de sólo una etapa. Recuerdo bien el haber testeado algo poco de los placeres del sexo desde muy temprano, tocar, unir o juntar hacían parte de ese ritual y me resultaba interesante que siempre sintiese ganas de esa clase de cosas.

Y es que de eso se trata el querer ser para el homosexual por parte del moldeado heterosexual (sin querer enunciar que lo homosexual sea lo real y lo heterosexual lo generado o construido): “que haga lo que quiera con su culo, o con cualquier otro de sus huecos, pero que no se meta conmigo, ni con los chinos de la cuadra y por supuesto, que entre menos se le note, mejor”, o la más común inclusive en el planeta de las locas: “porque no hay nada más incómodo para mí, todo un hombre hecho y derecho que una loca reguerosa de plumas, o una hijueputa arepera con delirios de héroe de Marvel.”

Recuerdo entonces otra vez esa vida de maricón enclosetado. Las preguntas del o la con quien se tiene confianza (o un poco), tales como: ¿Cuándo te diste cuenta? ¿Te violaron de chiquito? ¿Qué no te gusta de las mujeres, el pan? ¿Alguna vez se ha querido vestir de vieja? Pónganle que al menos cada 15 días respondo una de estas, ¿Y cuál puede ser mi respuesta heteronormatizada para cada una? Siempre van cambiando. Si se responde tratando de hablar técnicamente: feminazi; si se intenta responder a lo típico con esa clásica respuesta de “desde muy pequeño”; “si, alguna vez”, ó “si, es asquerosa”, puede sentirse ese abominable remordimiento feminazista que tanto he sabido esculpir los últimos años.
Otra vez, resaltando que no es de ninguna manera intención para mí el alardear y el querer reconocerme como diferente y crítica. Mucho me falta para dejar de normalizar el acto sexual heterosexuado y su penetración y otras cosas como princesiar a la mocosa delicada.

Pues insisto, moldearse y encapricharse de esta manera dentro de lo que hemos aprendido enseñó como la "matriz heterosexual” no es nada sencillo, pero pueden buscarse buenas estrategias para llegar a salir del paso, o al menos, llegar a disfrutarlo de a poco más. Para mí, existe si y sólo si una grande respuesta; remedio o antídoto, como quieran llamarlo, y sí, es el
alcohol (si no lo adivinaron no me importa, creo que ya he construido fama de alcohólico).
Puede que sea mi cuerpo, pero hace las veces de popper, otra vez, puede que sea mi cuerpo, pero hace las veces de omnisexualizador, de suelta cuerpos y lenguas; es decir, malo y bueno a la vez ¿Por qué? Me constituye tal vez en ese marica que todos y todas quieren ver o al revés, nunca parece comportarme de la misma manera, ese hijuemadre me ha hecho soltárselo a depravados, bailar con floripondios, con flacas, reinas, gordas, enanas y elfos (por cierto, con soltarlo, me refería al
número de teléfono). ¡Qué aguante el que se gana uno por estas verdes praderas! O bueno, al menos creo eso me ha pasado.

Hasta ahora si no ha parecido nada difícil, pero vaya encaje usted en la tipica charla de envergados sobre fútbol español, o de donde sea, mirar al techo es la respuesta, y esperar a que el tema cambie por pornografía, que usted si algo habla de categorías de porno gay como si fueran de viejas: que el de la (el) rubia, el de todas las clases. ¿Cómo terminar encajando? Siendo heterosexual y racista (o bueno, pareciendo). El haber abandonado la religión de a paso me hace pensar a qué le agradezco y a qué le pido
perdón, siento pecado llegar a considerar fingir (o en realidad hacerlo) alguna de estas ideas, y es cuando tal vez me voy dando cuenta de este genial dispositivo del que puede llegar a constituirse como religión. Pero bueno, no hablaría nada más de este tema pues de labia soy muy poco, no la sé, no me sirve ni me sirven.